Mi habitación es un lugar donde paso gran parte de mi tiempo y una de las cosas más destacables que tiene es un enorme ventanal frente a la cama que marca mis despertares y con el que me voy a la cama cuando el sol ya no entra. Tras este pensamiento me paré a pensar en otras experiencias que he tenido en distintos espacios y me di cuenta de que la forma en la que me sentía y el ánimo que tenía muchas veces tenía relación con la forma en la que entraba la luz en ese edificio y de como interactuaban el edificio y el sol
El diseño de las ventanas y el ingreso de la luz natural en nuestros hogares ejerce un efecto mucho más profundo de lo que a primera impresión puede parecer. Cuando nos encontramos próximos a la naturaleza, la luz solar no solo nos brinda luz, sino también ese calorcito tenue que nos acoge, como un abrazo. Y en la vida urbana, a pesar de tener menos árboles, el objetivo es transmitir esa misma percepción a los lugares donde dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo.
Desde mi perspectiva, cuando las ventanas se encuentran correctamente ubicadas, todo se transforma: la vivienda se llena de esa luz tenue que hace que los días parezcan más extensos y los instantes en familia o en el trabajo sean más placenteros.No solo es el sol que entra en la mañana, sino la manera en que esa luz se proyecta durante el día, inundando cada esquina.
Cuando los lugares se diseñan de manera que la luz natural se propague de manera suave, no solo mejora nuestra visión, sino que nos vincula con ese ritmo pausado de la naturaleza. Es una característica que vuelve cualquier hogar más acogedor y vivo, ya que nos reafirma que estamos creados para estar en sintonía con lo que nos envuelve.